Autora: Fabiola Molina
“Miércoles por la mañana. Son las 8 de la mañana y Romina llega tarde a trabajar. Hace 2 años que ha terminado el Grado en Empresariales y lleva un mes en su nuevo trabajo. Al fin está dedicándose a lo suyo, en una gran empresa. Su piso, pequeño pero céntrico, está en el bajo del edificio. Piensa que es muy cómodo poder salir y entrar casi directamente de la calle. Ha conseguido un alquiler con opción a compra, y su madre le ha ayudado a ponerle algunos muebles. Su pareja aún no se decide a mudarse definitivamente con ella, pero no le importa, después de todo sólo tienen 26 años. Desayuna a toda prisa, sin sentarse, agarra sus cosas al terminar el contenido de la taza y justo cuando va a salir por la puerta se golpea la rodilla con la esquina de una mesita. Su madre se empeñó en ponerla ahí, en medio. El dolor intenso le hace soltarlo todo. Se sienta en el mismo mueble y se frota con ambas manos la zona latiente. La sensación es difusa, profunda. Respira. Se sigue restregando la rodilla. Respira. Un minuto después vuelve a coger todas sus cosas y sale del piso. No ha sido para tanto, a penas nota ya el dolor. Saca el móvil y llama a una compañera para preguntarle si la puede venir a buscar. No tiene aún confianza con ella, pero es muy simpática, y así no llegará tarde. Dos días después ya no se acuerda del incidente.
Lunes por la mañana. Han pasado 12 años y Romina sigue viviendo en el bajo, aunque ya no está de alquiler. En este tiempo ha evolucionado en su trabajo, ahora tiene un puesto de responsabilidad y se dedica a resolver decenas de problemas al día. En su casa las cosas no son más fáciles. Su madre a envejecido y necesita su atención para citas médicas y todo lo que surja. Tiene 2 niños, uno de 6 años y otro de 2, un auténtico terremoto, que va a la guardería. Son las 8 y media de la mañana y el mayor ya está en el colegio. Sale con el pequeño para dejarlo antes de ir a trabajar. Con todo lo que tiene que llevar a penas le queda libre la mano para sujetar al chiquitín. Cierra la puerta de su piso con llave, y abre el portón del edificio que da a la céntrica calle, se nota el tráfico de los lunes y las prisas de los coches. Sin llegar a pisar la calle se acuerda: se ha olvidado algo importante. Da marcha atrás con los bultos y el niño de la mano, deja el portón abierto, con la llave aún en la mano abre su puerta. Suelta todo en el suelo, en la entrada. – Por favor, quédate aquí, no te muevas, mamá va a coger el móvil, en la cocina-. Durante los 5 segundos que tardó en llegar a la cocina y volver, el niño ya no estaba en la puerta. La calle. Romina se golpea la rodilla contra la esquina de la mesita de la entrada al salir a buscar al niño, que ya correteaba por la acera. Ni se da cuenta del tropiezo, sale corriendo y lo agarra llegando ya al concurrido tráfico. Que gran susto, no puede más que llorar de la tensión. Esa tarde a Romina comienza a dolerle la rodilla, intensamente. Durante meses el dolor no remite a pesar de las exploraciones, los medicamentos y los tratamientos. Siempre está ahí, días mejor, días peor, pero no se va.”
En el 2020 la Revista de la Sociedad Española del Dolor publicó una definición para esta realidad, en muchas ocasiones, tan compleja. Hasta ahora entendemos que si me duele aquí es porque hay algo mal aquí. Pero no somos un objeto inerte, como un coche. Nuestro funcionamiento es mucho más complejo, y el mero hecho de que lo desconozcamos, juega en contra de nuestra calidad de vida.
Dante decía, “Quien sabe de dolor, todo lo sabe”. Y no le faltaba razón, porque el entendimiento de la sensación dolorosa juega a favor de su percepción, como se está evidenciando en las últimas décadas gracias a la Neurociencia. ¿Cómo es posible? Veamos: cuando recibimos un golpe, como en el caso de Romina, los nervios de la zona envían esa información hacia la médula, de ahí se dirigen hacia el hipotálamo, el hipocampo y muchas otras estructuras antes de llegar a la corteza somatosensorial, donde somos realmente conscientes del dolor. Todo lo que esté afectando anímica y emocionalmente a nuestro cerebro en ese momento, influirá sobre ese circuito antes de que llegue a la corteza, y darnos cuenta de lo que sucede. En algunas situaciones, no existe diferencia entre un martillazo sobre la rodilla y un golpe sin mucha importancia. A nivel de percepción puede no existir la manera de distinguirlos, y el término “dolor psicológico” no hace justicia a la realidad.
Es hora de que los sanitarios desarrollemos herramientas para educar y explicar que sucede, encontrar tratamientos efectivos, y es hora de que la población cambie de la visión de la estructura y el tejido dañado, a la posibilidad de una información “dolorosa” en nuestro interior. Después de todo el ser humano no es el único que ha inventado un “software”, la naturaleza nos lleva la delantera. ¿Evolucionamos?
” El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada a una lesión tisular real o potencial” (Definición Revista de la Sociedad Española del Dolor, 2020)
Referencias
Pérez Fuentes J, Pérez Fuentes J. Versión actualizada de la definición de dolor de la IASP: un paso adelante o un paso atrás. Revista de la Sociedad Española del Dolor. 2020 Aug;27(4):232–3.
La neuromatrix y su importancia en la neurobiología del dolor. Investigación Clínica. 2015 Jun;56(2):109–11.
Butler DS, Moseley GL. Explicando el Dolor. Noigroup Publications; 2010. 133 p..
Fabiola Molina
- Diplomada en Fisioterapia por la Universidad Autónoma de Barcelona
- Certificado Osteopático (C.O.) por la EOM (Universitat Sant Gervasi) (1350h)
- Experto Universitario en Sonoanatomía Ecográfica para Fisioterapeutas por la Universidad Europea de Madrid
- Experto Universitario en Fisioterapia Invasiva por la ULPGC
- Especialista en el Tratamiento Conservador e Invasivo del Síndrome de Dolor
- Miofascial y Fibromialgia por la Universidad de Castilla – La Mancha
- Experto Universitario en Ecografía Musculoesquelética por la Universidad FV Madrid
- Experto Universitario en Neuromodulación No Invasiva NESA por la ULPGC